jueves, 23 de abril de 2015

Los primeras catas de "La cocina del microrrelato"

Nuestros aspirantes a narradores han elaborado sus primeros platos en esta actividad que hemos denominado La cocina del microrrelato. Hoy, coincidiendo con el Día Internacional del Libro, vamos a realizar las primeras catas. Deseamos que os gusten. 




El ímprobo correveidile acudió corriendo a comentar con un amigo suyo y así conseguir embaucarlo con una artimaña.

Aquella señorita de lánguida sonrisa, hizo un ímprobo esfuerzo para conquistar con su aleteo de pestañas al caballero que la miraba intensamente, pero él no se dejó embaucar por su  coqueta mirada porque enseguida se dio cuenta de que en realidad era una correveidile que solo quería sacarle información.

Embaucada por mi vecina, llegué tarde a trabajar y tras tres horas de ímprobo afán, la correveidile de la secretaria se chivó de mis andanzas.

Embebido en la tesitura poco grata de portear el condurmio hasta mi morada, no me percaté de la presencia hostil de mi vecina, apodada "correveidile". Quizás, el ímprobo esfuerzo por mí realizado evitó que me embaucara en alguno de sus malintencionados fines. 

Por el momento todo sucedía como lo planeado. El ímprobo trabajo del correveidile estaba funcionando y consiguió embaucar a todo el mundo para que no se diera cuenta de la relación amorosa que estaban manteniendo los dos nobles. 

Corría la noche en la sombría ciudadela, los ímprobos habitantes evitaban la atenebre luz de las escasas farolas e intentaban embaucar a los tontos que no les importaba desperdiciar algunas monedas. Me detuve en un bar y me acomodé en una de sus sillas con un café, cuando, de repente, lo vi, el correveidile que me ayudaría a resolver mi último caso. 

El sol aún brillaba en el cielo. Aquel ímprobo trabajo contaba con pequeños detalles que no deseaba reproducir esa tarde,  así que dejé el taller y me dirigí a una cafetería cercana. Por el camino me crucé con el correveidile más famoso de la ciudad, pero esta vez no se acercó a mí, sino a una pareja de ancianos que descansaba en un banco de la plaza. Su intento por embaucarlos fue fallido.

El correveidile de Alejandro me embaucó en un trabajo que me dijo que era muy relajado y acabó siendo muy ímprobo.

Salí de aquella habitación con la satisfacción de un trabajo bien hecho. La verdad es que tampoco había sido necesario un esfuerzo ímprobo por mi parte, pero finalmente me había librado de ese entrometido correveidile. El muy metomentodo creyó que podría embaucarnos, pero no contó con nuestro pequeño ejército canino. 

Los hermanos. Yo creo que son los correveidiles más embusteros que hay. Aún recuerdo cuando mi hermana intentó juntarme con aquel chico tan ímprobo, embaucándome tan bien que pensé que era un ángel para luego decepcionarme y ver que no era más que otro malvado niño. 

Algo ímprobo ocurrió en el diminuto pueblo de Cheshire, los escasos habitantes fueron embaucados por el armonioso sonido de la flauta de la correveidile de la ciudad. 

Necesitaba ayuda, pero quien me la ofrecía era un correveidile. No me parecía de confianza. Creo que trataba de embaucarme para luego estafarme, mas se veía a la legua lo ímprobo y ruin que era, así que, gracias a mi sentido común, salí de allí con mi cartera aun llena. 

Carla Delgado Prieto (3ºC)


Y aquel ímprobo don Juan que se dedicaba a embaucar a sus presas fue víctima de otro correveidile aun peor que él y así se destruyó su fama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario